viernes, 16 de octubre de 2009

Mi formación, mis vivencias

Teniendo en cuenta que la formación “es una dinámica de desarrollo personal que consiste en tener aprendizajes, hacer descubrimientos, encontrar gente, desarrollar a la vez sus capacidades de razonamiento y también la riqueza de las imágenes que uno tiene del mundo”, comenzaré el relato del proceso de mi formación personal, la cual todavía continúa y no creo que alguna vez termine.
Es para mí imprescindible comenzar este relato desde mis vivencias infantiles. Mi primer espacio de formación ha sido mi familia, con mis padres, mis seis hermanos y múltiples primos y amigos. En mi convivencia con ellos aprendí a compartir espacios, tiempo y experiencias. Todos mis hermanos mayores constituyen para mí un ejemplo a seguir en cuanto a la idea de establecerse metas y hacer todos los esfuerzos para alcanzarlas, pero, a su vez, a lo largo de mi desarrollo tuve que aprender a encontrar mis particularidades como persona, es decir aquéllas áreas que eran de mi interés, tal vez muy distintos a los intereses de mis hermanos.
Mis años escolares se vieron acompañados por otras actividades extra-curriculares en las cuales pude ir conociendo otros modos de pensar, de expresarme y de entender el mundo. La música, el deporte, las danzas, los idiomas y la espiritualidad me introdujeron a mundos diferentes, así como me acercaron a gente diferente con la que aprender a relacionarme y ponerme de acuerdo. Para la escuela, había que estudiar, cumplir con las tareas y aprobar los exámenes. Pero en el deporte, para progresar, era necesario entrenarse física y técnicamente, lo cual implica otra manera de formarse. También hay que aprender a funcionar como equipo y a sumar las potencialidades con un objetivo en común. En la música, hay que aprender a leer otro lenguaje, no sólo otro tipo de escritura, sino otro modo de comunicar, sin palabras, pero con otros elementos tan potentes como estas últimas. También es necesario practicar y practicar, repetir incansablemente las piezas una y otra vez hasta poder ejecutarlas casi sin pensar en lo que se está tocando. Esto me ayudó a desarrollar una mayor tenacidad; yo sabía que después de tanto esfuerzo, los resultados eran favorables. En las danzas, se juntaban algunos de los rasgos del deporte con otros propios de la música. Era necesario ejercitarse físicamente, aprender la técnica y trabajar en equipo para las coreografías, así como lograr expresar todo lo que deseábamos en otro lenguaje teniendo en cuenta todo lo anterior sin olvidar la estética de nuestras presentaciones. En la adquisición de otro idioma era importante saber desestructurar muestro pensamiento para poder pensar en otro idioma sin necesidad de traducir permanentemente lo que leía o escuchaba a mi lengua materna. Además era necesario introducirme en el sentido que en otra cultura adquieren determinadas expresiones, significaciones que pueden ser muy distintas miradas desde el marco de mi propia cultura. Es durante mi infancia que tanto mi familia como mis maestros de la iglesia me llevaron al conocimiento de Dios. Pude conocerlo como mi Padre, mi amigo y el soberano del mundo entero. Leer la Biblia era encontrarme con millones de misterios y preguntas para los que no siempre hay respuestas inmediatas o explicaciones posibles, sino que tal vez mis interrogantes eran esclarecidos luego de un largo tiempo de reflexión, de discusión y de oración. Estos aspectos en los que me formé y sigo formándome, no son acreditables de ninguna manera, pero han configurado mi forma de ser y mi valor como profesional.
A lo largo de todos estos años, muy disfrutados por cierto, además de luchados, fui descubriendo mi vocación por la enseñanza. No uso la palabra vocación casualmente, sino deliberadamente, ya que no hay otra palabra con la que pueda explicar este sentir por la enseñanza que llevo adentro mío. Es un profundo celo por la buena enseñanza que me condujo a buscar ese camino profesional.
Es así como, llena de ideales, me inscribí en la Profesorado para la Enseñanza Primaria en la Escuela Normal Nº1. Mis padres me aconsejaban una carrera universitaria, pero era el magisterio lo que a mí me llamaba. Allí me encontré con compañeras muy comprometidas con la escuela y la docencia, así como otras compañeras que habían decidido por esta carrera por necesidades laborales. Este fue mi primer impacto, pero también debí aprender a no prejuzgar porque las unas y las otras podían desempeñarse con responsabilidad en su trabajo como maestras. También descubrí profesores universitarios que nunca dejaron de amar y disfrutar su labor como maestros de escuela primaria, a pesar de encontrarse como formadores de formadores. Además de adentrarnos en el conocimiento de la teoría de la enseñanza y los distintos enfoques psicológicos sobre los que se sustentan las diferentes metodologías, ellos nos mostraban con su propia vida y modo de actuar esa pasión por la docencia que también es necesaria como estímulo para este trabajo. Sin embargo, también me tuve que enfrentar a la realidad de la formación de los maestros de primaria, la cual está muy desmerecida y se ha ido hundiendo en la mediocridad. Tantos ideales con los que yo ingresaba, colisionaron con una formación a mi entender pobre que no distaba mucho del modo de trabajo de la escuela media. Qué triste sentirse insatisfecho con la formación recibida, sentir que hay mucho por aprender, pero que a uno como alumno le dan una versión simplificada de los conocimientos y de los debates.
El título de Maestra Primaria lo recibí, pero la formación que yo había recibido no era lo que esperaba, por lo cual, tomé la decisión de proseguir mis estudios en la universidad a medida que creciera en la práctica como maestra. Después de muchas opciones posibles, enfoqué en las Ciencias de la Educación. En la universidad me encuentro con maestros de distintas áreas y niveles, así como con compañeros que no provienen de la educación formal sino también de la educación informal y la no formal. Descubrí que la educación no sólo pasa por la escuela, a pesar de seguir sintiendo adentro mío el deseo de continuar luchando desde el campo la educación formal. Aquí, e la universidad, siento un mayor desafío intelectual y profesional, así como sigo adquiriendo más y más herramientas para reflexionar sobre mi práctica y animarme a introducir cambios bien justificados en la misma.


Descubriendo nuevos espacios


Actualmente, me encuentro cursando la materia Orientación Pedagógica Prácticas Profesionales (OEPP).
Estamos en un roceso de descubrir nuevos espacios laborales y nuevos desafíos, más allá de la escuela.
Nos animamos a pensar propuestas según a casos o problemátoicas hipotéticos frente a las cuales nos posicionamos como profesionales. Así vemos que la mirada pedagógica es nuestto conocimiento específico, aquel que vamos a aportar en toda institución, organización o proyecto en los que nos veamos involucrados como profesionales.
¡Qué complejo es nuestro campo de acción! Mucho más de lo que hasta ahora pensaba. Habrá que seguir aprendiendo, aprendiendo y apredneindo...

Descubriendo nuevos espacios

Ahora, me encuentro cursando, entre otras materias, la que denominados Orientación Educativa Prácticas Profesionales. Nosotros la llamamos OEPP. Estamos descubriendo nuevos espacios laborales y nuevos desafíos a los que nuestra profesión nos puede conducir, más allá de la escuela.
Estamos comenzando a comprender que la mirada pedagógica es nuestro conocimiento específico con el cual vamos a ser de gran colaboración en toda institución, organización o proyecto en los que nos veamos involucrados a nivel profesional.
También, estamos animándonos a elaborar propuestas frente a casos o problemas hipotéticos en los que debemos posicionar como asesores pedagógicos. Esto nos permite comprender que la coplejidad de nuestra profesión es aún mayor de lo que imaginábamos.

Mi formación, mis vivencias

Teniendo en cuenta que la formación “es una dinámica de desarrollo personal que consiste en tener aprendizajes, hacer descubrimientos, encontrar gente, desarrollar a la vez sus capacidades de razonamiento y también la riqueza de las imágenes que uno tiene del mundo”, comenzaré el relato del proceso de mi formación personal, la cual todavía continúa y no creo que alguna vez termine.
Es para mí imprescindible comenzar este relato desde mis vivencias infantiles. Mi primer espacio de formación ha sido mi familia, con mis padres, mis seis hermanos y múltiples primos y amigos. En mi convivencia con ellos aprendí a compartir espacios, tiempo y experiencias. Todos mis hermanos mayores constituyen para mí un ejemplo a seguir en cuanto a la idea de establecerse metas y hacer todos los esfuerzos para alcanzarlas, pero, a su vez, a lo largo de mi desarrollo tuve que aprender a encontrar mis particularidades como persona, es decir aquéllas áreas que eran de mi interés, tal vez muy distintos a los intereses de mis hermanos.
Mis años escolares se vieron acompañados por otras actividades extra-curriculares en las cuales pude ir conociendo otros modos de pensar, de expresarme y de entender el mundo. La música, el deporte, las danzas, los idiomas y la espiritualidad me introdujeron a mundos diferentes, así como me acercaron a gente diferente con la que aprender a relacionarme y ponerme de acuerdo. Para la escuela, había que estudiar, cumplir con las tareas y aprobar los exámenes. Pero en el deporte, para progresar, era necesario entrenarse física y técnicamente, lo cual implica otra manera de formarse. También hay que aprender a funcionar como equipo y a sumar las potencialidades con un objetivo en común. En la música, hay que aprender a leer otro lenguaje, no sólo otro tipo de escritura, sino otro modo de comunicar, sin palabras, pero con otros elementos tan potentes como estas últimas. También es necesario practicar y practicar, repetir incansablemente las piezas una y otra vez hasta poder ejecutarlas casi sin pensar en lo que se está tocando. Esto me ayudó a desarrollar una mayor tenacidad; yo sabía que después de tanto esfuerzo, los resultados eran favorables. En las danzas, se juntaban algunos de los rasgos del deporte con otros propios de la música. Era necesario ejercitarse físicamente, aprender la técnica y trabajar en equipo para las coreografías, así como lograr expresar todo lo que deseábamos en otro lenguaje teniendo en cuenta todo lo anterior sin olvidar la estética de nuestras presentaciones. En la adquisición de otro idioma era importante saber desestructurar muestro pensamiento para poder pensar en otro idioma sin necesidad de traducir permanentemente lo que leía o escuchaba a mi lengua materna. Además era necesario introducirme en el sentido que en otra cultura adquieren determinadas expresiones, significaciones que pueden ser muy distintas miradas desde el marco de mi propia cultura. Es durante mi infancia que tanto mi familia como mis maestros de la iglesia me llevaron al conocimiento de Dios. Pude conocerlo como mi Padre, mi amigo y el soberano del mundo entero. Leer la Biblia era encontrarme con millones de misterios y preguntas para los que no siempre hay respuestas inmediatas o explicaciones posibles, sino que tal vez mis interrogantes eran esclarecidos luego de un largo tiempo de reflexión, de discusión y de oración. Estos aspectos en los que me formé y sigo formándome, no son acreditables de ninguna manera, pero han configurado mi forma de ser y mi valor como profesional.
A lo largo de todos estos años, muy disfrutados por cierto, además de luchados, fui descubriendo mi vocación por la enseñanza. No uso la palabra vocación casualmente, sino deliberadamente, ya que no hay otra palabra con la que pueda explicar este sentir por la enseñanza que llevo adentro mío. Es un profundo celo por la buena enseñanza que me condujo a buscar ese camino profesional.
Es así como, llena de ideales, me inscribí en la Profesorado para la Enseñanza Primaria en la Escuela Normal Nº1. Mis padres me aconsejaban una carrera universitaria, pero era el magisterio lo que a mí me llamaba. Allí me encontré con compañeras muy comprometidas con la escuela y la docencia, así como otras compañeras que habían decidido por esta carrera por necesidades laborales. Este fue mi primer impacto, pero también debí aprender a no prejuzgar porque las unas y las otras podían desempeñarse con responsabilidad en su trabajo como maestras. También descubrí profesores universitarios que nunca dejaron de amar y disfrutar su labor como maestros de escuela primaria, a pesar de encontrarse como formadores de formadores. Además de adentrarnos en el conocimiento de la teoría de la enseñanza y los distintos enfoques psicológicos sobre los que se sustentan las diferentes metodologías, ellos nos mostraban con su propia vida y modo de actuar esa pasión por la docencia que también es necesaria como estímulo para este trabajo. Sin embargo, también me tuve que enfrentar a la realidad de la formación de los maestros de primaria, la cual está muy desmerecida y se ha ido hundiendo en la mediocridad. Tantos ideales con los que yo ingresaba, colisionaron con una formación a mi entender pobre que no distaba mucho del modo de trabajo de la escuela media. Qué triste sentirse insatisfecho con la formación recibida, sentir que hay mucho por aprender, pero que a uno como alumno le dan una versión simplificada de los conocimientos y de los debates.
El título de Maestra Primaria lo recibí, pero la formación que yo había recibido no era lo que esperaba, por lo cual, tomé la decisión de proseguir mis estudios en la universidad a medida que creciera en la práctica como maestra. Después de muchas opciones posibles, enfoqué en las Ciencias de la Educación. En la universidad me encuentro con maestros de distintas áreas y niveles, así como con compañeros que no provienen de la educación formal sino también de la educación informal y la no formal. Descubrí que la educación no sólo pasa por la escuela, a pesar de seguir sintiendo adentro mío el deseo de continuar luchando desde el campo la educación formal. Aquí, e la universidad, siento un mayor desafío intelectual y profesional, así como sigo adquiriendo más y más herramientas para reflexionar sobre mi práctica y animarme a introducir cambios bien justificados en la misma.